Óscar Sánchez
Xico, Ver. – El sonido del canto de las cigarras crece conforme la tarde invade los frondosos árboles en las faldas del Cofre de Perote, la octava montaña más alta de México.
El chirrido envuelve los amplios jardines y gruesas paredes de una hacienda construida a mediados del siglo XIX en los márgenes del pueblo prehispánico de Xico.
Rodeado de cascadas, arroyos y riachuelos, parte del viejo casco fundado por españoles, renació para convertirse en un remanso de descanso llamado Hacienda San Bartolo.
Entre maravillas naturales, como la cascada de Texolo, las viejas galeras de trabajo, corrales, la primitiva molienda y los almacenes de tabaco y granos ahora forman parte de una zona de descanso que atrae a los amantes de la naturaleza.
Un camino empedrado bordeado por una intensa maraña de hojas verdes, son la puerta a la hacienda o rancho mayor que antaño se componía de las tierras llamadas la Joya, Ixtlanapa, Mexcla, Pocitos y otras.
“Parte de la hacienda se reconstruyó y desde hace cuatro años recibimos a gente de muchas partes”, cuenta el vigilante de este nuevo hotel con restaurante, bar, billares, fuentes antiguas, alberca y hasta asador en grandes jardines verdes.
En Ixtlanapa está lo que fuera la primera casa habitación y en San Bartolo estuvieron las galeras de trabajo corrales, y una primitiva molienda, además de los almacenes de tabaco y granos.
Cuenta la leyenda que en los días de la Revolución Mexicana, en 1915 San Bartolo fue destruida y por décadas sólo fueron ruinas.
Hasta en la década de los setentas, se inició su restauración por Don José María Virues Soler, esposo de Doña Enriqueta Izaguirre, familiares de los fundadores españoles de la hacienda.
En esas tierras se sembró tabaco, maíz y finalmente café, pero hoy se siembra tranquilidad a los visitantes de las grandes urbes.
En estas tierras se estableció la estación ferroviaria del tren vía angosta de Xalapa-Tecoleco, inaugurada por Porfiril Díaz en 1898, un lugar de historia envuelta en naturaleza.